Comprende las razones de tu crisis de pareja. Aprende a aplicar este conocimiento en tu ser.

Obstáculos más comunes que impiden estar en las relaciones amorosas.

  • No poder decir “Si”, “por favor” y “gracias”. “Si”, te tomo, “por favor”, acéptame y “gracias”, por lo ofrecido. Para poder hacer este movimiento con la pareja es necesario el movimiento previo e inverso con la familia de origen: “gracias” por darme la vida, “por favor”, acompáñenme en mi crecimiento y “si”, tomo lo que me dieron con respeto y honra. Paradójicamente, realizar este movimiento con la familia de origen significa ser infiel al sistema, a la familia, a los padres y renunciar a pertenecer, a seguir perteneciendo a la familia de origen. En otras palabras, estar en pareja necesita “transgredir” normas, valores, pautas, perspectivas, amores de la infancia.

Al primer amor se le quiere más, a los otros se les quiere mejor.

  • Debe haber un equilibrio entre el dar y el tomar. Si alguien da sin tomar, al poco tiempo, los demás tampoco querrán aceptar nada de él/ella. Siempre se irrita la persona que no tiene la posibilidad de conseguir una compensación, devolver lo recibido. Cuando la actitud de “no tomar” persiste en una persona, se puede presentar cuadros depresivos. Respecto a sus padres, los hijos siempre quedan en deuda, y por esta misma razón, desligarse de ellos es difícil. El que no tiene la posibilidad de compensar un desequilibrio, tiende a alejarse… Eso debe ocurrir. En este caso, la solución es que los hijos pasen a otros lo que ellos mismos recibieron de sus padres, a sus propios hijos, o sino, en un compromiso con otras personas. Otra manera de compensar el desequilibrio entre dar y tomar es el “agradecimiento”.
  • Salir de la esfera de la madre o del padre. Paso a hacer una introducción de este tema que desarrollo en el libro “Los obstáculos en las relaciones de pareja”, tomando conceptos de Bert Hellinger:

El niño al principio se encuentra cerca de la madre, en su esfera, experimentando lo femenino de ella. Si continua allí, va a experimentar a la mujer demasiado poderosa. En la cercanía de la madre, el hijo no consigue ser más que un adolescente, un Don Juan, no un hombre. Se vuelve necesario la renuncia a la madre y pasar de la esfera de la madre a la del padre (identificarse). Antes, en otras culturas, se tenía en cuenta esta necesidad y se la realizaba a través de ritos de iniciación. En nuestra cultura, el paso por el desprendimiento de la madre, se daba al ser llamado el joven al servicio militar. También la hija está al principio con la madre. Ella tiende al padre y esto la fascina. Si permanece en su cercanía, lo masculino inunda su ser. Esto le imposibilita más tarde dirigirse integralmente a otro hombre, valorarlo. Es decir que para abordar su femineidad, la hija tiene que renunciar al padre, retirarse de él y volver con la madre (es decir, realizar un proceso identificatorio). Una frase que puede ayudarle a una hija en su renuncia al padre es que le diga al mismo: “Mamá es mejor que yo”. Llegado el caso, en comparación con su mujer, para el padre, la hija es un premio de consolación.

Como se hace hombre el hombre y mujer la mujer.

Estos razonamientos nos llevan a una paradójica afirmación: “El hombre se convierte en hombre, tomando por pareja y siendo tomado por una mujer, y una mujer se convierte en mujer tomando por pareja a un hombre y siendo tomada por dicho hombre.”

Cuando una mujer queda en la esfera del padre, esto provoca que el hombre quede en su vida en una especie de segundo plano después de sus actividades laborales, profesionales o maternales. Digo especie de segundo plano, porque es concretamente lo que ella hace, aunque no lo quiera admitir, o no lo vea. No es bien acogida por los hombres ni por las mujeres. Entre las mujeres no es bien acogida porque, al permanecer en el “lado hombre’’, lo hace desde una actitud de desvalorización o desprecio hacia lo femenino. Quizás su madre. Y entre los hombres porque vive en una actitud competitiva que no descansa, competencia que se pone en juego incluso con su padre. En cambio, cuando el hombre queda en la esfera de la madre, se convierte en un Don Juan, o vive en un estado de aislamiento, o vive haciendo hazañas para ser visto, o guarda un su interior “un estado de enojo” hacia el género femenino que se deja ver solo por momentos… por ejemplo, cuando se discute, o está deprimido. Cuando un hombre se encuentra en esta situación, no es bien acogido ni por las mujeres ni por los hombres. Entre los hombres no cae bien porque le faltan “códigos, valores” y no logra dar la altura necesaria a sus relaciones. Entre las mujeres, porque no puede ir más allá de una diversión, distracción: en cuanto se llegan a instancias íntimas, corre a realizar un acto heroico o se enamora de otra.

Otros obstáculos para estar en pareja.

  • No hablar sobre la intimidad de las relaciones previas. En verdad, evitar hablar de las mismas. Cuando esto ocurre, es muy posible que la relación no funcione.
  • Reconociendo que todo es pasajero, encontraremos un límite a todos nuestros deseos y reivindicaciones. De alguna manera, el inconsciente se hace eficaz en sus efectos, en donde el paso del tiempo no es reconocido: de esta manera se mantiene vivo algo que ya ha pasado. Lo fugitivo es una característica especial de lo espiritual. Desarrollo detenidamente este punto en el esquema óptico del Narcisismo del libro complementario a este “¿Porqué el zen?”

La mujer sigue al hombre, el hombre sirve a la mujer.

  • Para que la pareja funcione y logre su plenitud: “La mujer sigue al hombre, el hombre sirve a la mujer y a los hijos”. Le sigue a su familia, su ciudad, su círculo, su idioma, su cultura… e incluso, está de acuerdo con que también los hijos le sigan. Más allá de la opinión de cada cual, basta comparar familias en las que la mujer sigue al hombre, y los hijos al padre, con las familias en las que el hombre sigue a su mujer y los hijos a su madre, para ver la diferencia. Que la mujer siga al hombre se vincula con lo mencionado previamente en relación a la situación interna de la mujer en su vínculo con su padre y su madre: la mujer elabora su vínculo con su padre a través de su pareja. En el libro “obstáculos en las relaciones de pareja”, desarrollo este punto controversial. Por ej.: si un hombre entra en un negocio casándose con la hija del propietario, es él quien sigue a la mujer. Eso no lleva a ninguna relación de plenitud sino solo al fracaso, porque el hombre no puede desarrollarse en este vínculo: queda ubicado como un hermano, por ejemplo, no como un hombre. Otro ejemplo: cuando un hombre se va a vivir con su mujer a una vivienda perteneciente a ella o la familia de origen de la mujer. Esto no puede terminar bien, salvo que el hecho de hacerlo sea con un objetivo muy claro en relación un proyecto futuro para la pareja, delimitado claramente en el tiempo. Claro que esto es compensado, encontramos un contrapeso: el hombre sirve a la mujer y a los hijos. La sirve en todo sentido, en donde su satisfacción se ubica en primer plano, adquiere prioridad. Los principios del Tao aluden a este punto. Sin embargo, como decía, la sirve en distintos ámbitos: facilitandole el desarrollo de sus potencialidades a partir de sus iniciativas en lo que respecta a su realización personal y sus deseos, convertirla en el centro vital de su vida, confiarle lo más íntimo de sí. En relación a los hijos, es sabida la función de sostén económico que habitualmente se delega en el padre.  La legislación de muchos países tienen leyes que apuntan en la dirección señalada aquí: la mujer sigue al hombre. Me remito al ámbito legal, considerando al mismo, el cúmulo de siglos de experiencias que avalan un “saber hacer”, en relación a las distintas situaciones de la vida. Por otro lado, es función de lo femenino amoldarse “al recipiente”, tomando la vieja metáfora del  agua como símbolo de lo femenino.

Compartir riesgos.

  • Compartir los riesgos: La persona que desea, se presenta, en primer término en una posición supuestamente débil… es que el otro puede rechazar. Aquel que concede no corre riesgos. Esto puede llevar a ciertos problemas porque el desear se presenta como un acto de debilidad y quien concede se presenta como dador: si dicho integrante se aferra a esta ilusión de superioridad, se niega la posibilidad de equilibrar y se pone en peligro el intercambio. Para que una relación perdure, el riesgo al rechazo debe ser compartido. Lo cierto es que la persona que desea es más fuerte, tiene mayor peso específico, en el punto en que puede reconocer sus necesidades; y quien concede, en verdad está en una posición muy inestable, que lo llevará a tener dificultades en expresar sus puntos de vista, deseos y necesidades. Por esto es importantes que ambos integrantes se muestren deseantes en todos los ámbitos de la relación y que compartan una regla de oro: ser respetuoso con el deseo del otro. Muchas veces la sexualidad toma una importancia excesiva. Así, la sexualidad se transforma en meta de la relación, en vez de estar a su servicio. Si la sexualidad está al servicio de la relación, es más entrañable y variable.
  • Redescubrir lo masculino y femenino cotidianamente: Cuando un hombre y una mujer con todas sus diferencias de ser y de género se dirigen el uno hacia el otro, cada uno de ellos pone en cuestión, es decir, cuestiona o pone en tela de juicio su origen y su manera de ser. Cuando la relación perdura en el tiempo, el hombre se hace menos hombre, y la mujer, se hace menos mujer. En el punto en que van perdiendo algo de su identidad. Bueno, algo de esto ocurre en toda relación larga y profunda. Por esta razón, para que la relación pueda enriquecerse de las diferencias, tanto el hombre como la mujer necesitan renovar lo masculino y lo femenino respectivamente. ¿Cómo se logra esto? Los hombres estando con hombres y las mujeres estando con mujeres. No tiene ninguna importancia cual es el contenido de lo que se intercambia en dichos encuentros, lo que importa es estar juntos. Otra manera es alimentar aquellas relaciones que tenemos con quienes consideramos una referencia, que consideramos “unos maestros”. Por último, existen actividades que nos dejan del lado masculino y otras que nos dejan del lado femenino. Todas las actividades que requieren del uso de fuerza física, que apuntan al desarrollo de nuestro lado ambicioso, el uso de actividades intelectuales, aquellas actividades competitivas, entre otras, nos dejan del lado hombre. En cambio, aquellas actividades que requieren el uso de un fuerte componente atencional, el desarrollo de la capacidad receptiva, involucración afectivo-relacional, aquellas actividades que se hacen por placer, etc., nos dejan del lado femenino.
  • La igualdad de rango como condición previa para una relación de pareja duradera: en las relaciones de pareja se unen dos personas de igual condición, y todo intento de comportarse como padres, o expuestos y dependientes como hijos, provocará una crisis. La crisis suele terminar con que aquel del que se esperaba demasiado (como si fuese un padre o madre), se retira o se va. Si un integrante le dice al otro: “sin ti no puedo vivir”, “Si te vas me mato”, el otro integrante se terminará marchando. Es importante resaltar que la igualdad no significa que ambos cumplan en la relación las mismas funciones. Una relación suele estar edificada sobre arena cuando un hombre y una mujer no eligen a su pareja como hombre o mujer, sino para divertirse, asegurarse el sustento o porque querían a su pareja como padre o madre de sus hijos. En todas estas situaciones, uno usa al otro, no respetando una igualdad de rango.

El encuentro de dos mundos, de dos familias.

  • Cuando se forma una pareja, se produce el encuentro de dos mundos distintos, dos orígenes distintos; se encuentran dos cosmovisiones diferentes. Para que la relación se pueda sostener, ambos necesitarán abandonar algo de esas cosmovisiones que les resultan familiares, para dar lugar al otro. De la vinculación con el propio grupo de origen se producen las peores consecuencias para una relación de pareja. Como todo abandono, este no es nada fácil. Este tema es tocado indirectamente en una escena de la película de Mahatma Gandhi, cuando un hombre perteneciente al islam, desesperado por haber matado a un hindú, se acerca a él para encontrar consuelo y le pregunta ¿Qué puedo hacer? Gandhi le responde: “adopta a un niño que haya perdido a sus padres hindúes en estas batallas, y edúcalo de acuerdo al hinduismo”. El hombre lo mira horrorizado, se levanta y se va. Algo de lo dicho por Gandhi es necesario que ocurra en las parejas, en donde se requiere el abandono de dogmas, concepciones, posturas y normas, para realizar una nueva integración en la pareja. Solo cuando el acuerdo se está sosteniendo desde la renuncia, el abandono, la aceptación del otro, permite estabilizar a la pareja desde un sentimiento amoroso. Si el acuerdo no ocurre desde la renuncia, se producirá una situación forzada de tolerancia que estallará en cualquier momento, o se planteará como queja en la próxima discusión. La tolerancia no conduce a un sentimiento, sino que es vencido por las necesidades propias. Dicho con otras palabras: si el acuerdo no está fundamentando en un cambio en el ser, se generarán tensiones irresolubles en la relación sentimental. Por lo dicho, es recomendable: evitar que los familiares invadan el ámbito de la pareja, la intimidad de la pareja; evitar “ser rescatado” por los familiares cuando aparece un problema en la relación; evitar ser guiado por los consejos de los familiares.
  • Sobre la interrelación de los distintos ámbitos de nuestra vida y sus efectos en la pareja: Las relaciones de pareja funcionan como el tapón o el disyuntor en un sistema eléctrico: es la parte más vulnerable del sistema, que hará cortar el circuito ante cualquier anomalía. ¿Qué es el sistema eléctrico? Todos los ámbitos y facetas de nuestra vida… ahí donde en alguno de estos ámbitos no estamos haciendo lo necesario o lo adecuado, o nuestras actitudes son incorrectas, esto repercutirá en nuestras relaciones. ¿Cuáles son estos ámbitos? Algunos de ellos son: nuestras relaciones familiares, amistades, nuestro trabajo junto con una respuesta adecuada a nuestras necesidades económicas, nuestra vocación, nuestros hobbies, actividades que nos faciliten el contacto con nosotros mismos, atender nuestros procesos de aprendizaje. Hay otras actividades que funcionan como fusibles: se trata de las meditaciones, sentarse en meditación: para poder sostener estas prácticas es necesario “tener oro” para poder producir más del mismo, en el sentido de la transmutación del propio ser. Esto mismo ocurre en las relaciones de pareja… Si una persona infeliz se junta con otro ser humano infeliz, habitualmente la gente piensa que quizás pueden ser felices. Pero en realidad es una cuestión de matemática básica: 1 + 1 = 2, es decir, un infeliz + un infeliz = dos infelices. Y esto sin mencionar la posibilidad que esta infelicidad se potencie, quiero decir, un infeliz+un infeliz= 2 infelices al cuadrado. Bueno, los diarios están llenos de noticias sobre esto. Es decir, es necesario dedicarse a otras cosas aparte de la persona que amas. Incluso de la posibilidad de disfrutar de un paisaje, de la música, de los olores de la comida, de un buen libro, etc. Se vuelve indispensable tener “oro’’ para abordar una pareja, solo con este “metal interior” se puede soportar las cosas que no nos gustan del otro, y el otro de las nuestras. Si no, nos encontramos con un egoísmo toxico de dos personas.

Dar prioridad a la relación de pareja.

  • Dar prioridad a la relación de pareja por sobre los hijos: Si los padres dan prioridad al ser padres sobre el ser pareja o matrimonio, el orden queda trastocado y surgen inconvenientes. Se vuelve indispensable en  una situación así concederle nuevamente prioridad a la relación de pareja. Cuando esto se logra, se respira en el ambiente: los hijos lo perciben y se ven aliviados al experimentar a sus padres como pareja. ¿Por qué ocurre este alivio? Porque cuando el hijo no percibe a sus padres como pareja, él queda ubicado en el lugar de un adulto por alguno de sus padres, para lo cual no está capacitado, y no le permite “tomar” de los adultos para poder luego ser. La verdadera fuerza para ejercer la paternidad, viene de la relación misma de la pareja. Mientras la relación de pareja tenga una importancia en valoración mayor, y actúe así como base, pilar, el hijo respirará liviandad. Es muy fácil que se quiera discutir este punto. Sin embargo, cuando el hijo se vuelve más importante que la relación, esto suele pasar porque no se están abordando las propias limitaciones, conflictos internos (de la niñez o actuales) que producen un desencuentro en la relación íntima. Cuando aparecen problemas en la relación de pareja y la atención fluye sobre todo al hijo, el hijo queda confundido.
  • Cuando no se tienen hijos: Sobre todo las mujeres, aunque también los hombres, suelen no darse cuenta de la pérdida que implica haber renunciado a la paternidad, o se resisten a reconocerla. Entonces empiezan a adoptar actitudes de desprecio, menosprecio o desvalorización de aquello que no eligieron: hijos, trabajo doméstico, los hombres. Esta actitud, que tiene sus raíces en conflictos inconscientes, lleva a que las relaciones de pareja fracasen porque quedan invadidas por este desprecio. La solución pasa por reconocer “lo perdido”, lo valioso de lo perdido y elaborar la tristeza vinculada a ello.
  • Cuando una adopción o inseminación artificial es realizada en condiciones o situaciones vinculares erróneas, lleva al quiebre de la relación.
  • Efectos negativos de los abortos: La realización de un aborto tiene consecuencias importantes en las relaciones de pareja. Es un tema que desarrollo en detalle en el libro mencionado sobre los “obstáculos en las relaciones amorosas”. Para decirlo en una oración: si no se aborda adecuadamente lo ocurrido en comunión con la pareja, la relación corre el riesgo también de quedar “abortada”.

Relación entre dinero, afectos y sexualidad.

  • Relación entre el dinero, los afectos y la sexualidad: Hay una íntima relación entre ellos. El dinero es a la realidad material lo que la identificación es al ser: una manera de dar respuestas ahí donde no se las tiene, donde una secretaria autoritaria se toma la atribución de tomar las decisiones del presidente, que representa al verdadero ser interior. Las respuestas que damos en la vida, sea económicas o identificatorias, están determinadas por los efectos que provoca el narcisismo (concepto desarrollado en el suplemento “¿Qué es el zen?”)… aunque lo desconozcamos. Piénsese que en general, uno se identifica con lo que tiene. Tanto el dinero como las identificaciones son fundamentales, sin embargo es fácil que lleven a que nos cristalicemos en determinadas maneras de ser, de sostenernos. Sin embargo, el dinero tiene una particularidad: es una moneda de cambio para cualquier cosa. Esto hace del dinero algo muy poderoso y al mismo tiempo peligroso. ¿Por qué? Poderoso porque potencialmente con él se puede “todo”. David Coperfield se vanagloria de hacer aparecer y desaparecer a la estatua de la Libertad, o edificios…un “poroto” al lado de un empresario que lo vuelve realidad. El dinero potencialmente se transforma en cualquier cosa, toma la forma que nuestro deseo le imprime. ¿Por qué peligroso? Porque es fácil que en vez de que la forma de nuestro deseo determine el destino del dinero, sea el dinero el que impida la emergencia del deseo, impida su emergencia. Cuando esto ocurre, el deseo de “ser” queda reducido al deseo de “tener”. Como decía previamente, “se tiene donde no se es”. Entonces, cuando el dinero condiciona al deseo, en definitiva, no se es. Es decir, se acentúa el “tener” ahí donde no se “es”. ¿Qué tiene que ver esto con la sexualidad y los afectos? En la capacidad del dinero en transformarse en cualquier cosa, ingresa también la posibilidad de convertirse en sexo o afectos. Cuando el deseo de ser queda reducido al deseo de tener, entonces nos encontramos con una persona que al no soportar ciertos afectos, de pronto tiene una compulsión a hacer compras; o alguien que no sabe quién es, se define por lo que tiene; alguien cuyo “ser” no soporta las ansiedades de un encuentro íntimo, prefiere “evitar los problemas” de la intimidad pagando por sexo; o que un matrimonio se disuelve cuando la situación económica es desfavorable por una crisis financiera o comercial; o que un hombre hace regalos a su mujer para intentar recomponer la relación, etc. En cambio, cuando el dinero toma la forma que el deseo de ser promueve, permite potenciar dicho movimiento, las emociones nuevas que el cambio del ser generan, las nuevas maneras de pensar y sentir, de vivir la sexualidad. Recuérdese que para poder sobrellevar la sexualidad, el ser debe poseer determinadas cualidades que se modifican en el transcurso del tiempo. Hamlet preguntaría ¿Ser o no ser?… Agrego: donde no se es, se tiene. Es la única manera de hacer soportable la vida. Aclaro: como dije en otro lugar, no se trata de “no tener”, ser pobre, sino de no impedir la expresión y desarrollo del ser por el tener. Cuando en la biblia se dice: “Bienaventurados los pobres de espíritu”, no habla de pobreza material… sino no diría “espíritu”. Los pobres de espíritu son aquellos cuyas identificaciones son pobres, transformables, flexibles.

Lo que ata a la familia de origen. Algunos efectos y señales.

De ninguna manera es la intención de estos párrafos abarcar la totalidad de esta temática, tan amplia, sino solo presentar en este libro, una introducción. La intención es ubicar una de las principales razones por las cuales las relaciones de pareja no pueden funcionar y terminan separándose con argumentos engañosos como “se desgastó la relación”, “ya no había más amor”: ataduras con la familia de origen. Retomo, nuevamente en este punto la definición de François Dolto, sobre la salida de la adolescencia, el momento en el cual una persona sale de esta fase evolutiva: “Cuando la angustia de los padres, no produce una inhibición”. Esta definición deja claramente a la vista cómo, cuando no se produjo la elaboración de la relación con sus padres, una persona no va a poder desenvolverse en su integridad… para no angustiarlos ni angustiarse: se va a inhibir. ¿Qué esté haciendo algo para no angustiar a Papá y mamá?… No lo creo, dirá más de uno. Todos nuestros actos están hechos “para” y “por alguien”. ¿Qué quiere decir esto? Que en cada acto que realizamos, se puede reconocer un punto de identificación con alguien que funciona como soporte a la pregunta de “quién soy”. Esto se corresponde con el punto “por alguien”, la ligazón afectiva con alguien que permite que tomemos de esa persona y estemos realizando algo “en el nombre de”. Como mencionaba en el primer capítulo, si nos identificamos, este acto no se produce solo por la ligazón afectiva con ese otro tan importante en nuestras vidas, sino y sobre todo, para acceder a quien ubicamos en el lugar de nuestro “ideal”. Este segundo punto se corresponde al “para”, a quien está destinado el acto que estamos realizando. Cuando “para alguien” o “por alguien” queda fijado a los padres, el hombre o la mujer en la relación de pareja, no tendrá su lugar: la permanencia de la relación de pareja implica un movimiento gradual, lento y constante que lleva a ubicar a la pareja en el lugar del “para”, del destinatario de los actos, en donde el “por alguien” (las identificaciones) es necesario redefinirlas en función de la propia singularidad y el de la pareja. Cuando este proceso no se produce, nos encontramos con que la mujer dedica sus actos a su padre y el hombre a su madre.

Desarrollo la idea: Cuando una mujer queda fijada a su familia de origen, pone en su pareja los conflictos que tiene con su madre, le demanda y se queja de las mismas cosas: tanto la madre, como su pareja, no fueron lo que ella esperaba, no le dieron lo que esperaba… En el fondo, les demanda que le resuelvan la pregunta sobre su ser, sobre ser mujer, que les evite los riesgos que la vida y el crecimiento implican. Ahora bien, si este conflicto se sostiene es porque la mujer supone que la madre debería tener las respuestas a las preguntas, cómo ser y evitar todos los sufrimientos. Sin embargo, se crece cuando se sufre, se es cuando no hay respuestas acabadas y completas sobre el ser, cuando se reconoce que no hay ser sobre el planeta que tenga la respuesta adecuada. Si se pretenden respuestas acabadas es porque se supone al padre completo y perfecto. El padre queda idealizado. Es por esta idealización que un hombre pasa en décimas de segundo, de ser el “príncipe azul”, a ser el “pitufo azul” para una mujer cuando corrobora que él no es lo que imaginó, que la mujer “se escapa” de su posición femenina al sostener ideales imposibles de cumplir. Así, aparecen frases como: “solo le interesa el dinero”, “no me protege”, “no me ve”… Cuando de lo que se trata realmente, la mayor parte de las veces, es que ella “queda mirando hacia los padres”, esperando seguridades que nunca una pareja puede brindar.

Cuando el hombre queda fijado a su familia de origen, vivirá en su mujer los conflictos con su madre. Esto se ve facilitado ahí donde repite los modos de ser y elección del padre, de manera ciega e incondicional. Terminará diciéndole a su pareja “mami”, al querer, sin querer, retornar a su posición de niño; o la ubicará en una función materna, la cual más tarde se le volverá insoportable. Esto se reflejará en frases como: “es una bruja”, “no soporto su inestabilidad emocional, sus descargas”, “me trata como a un niño”… todas frases que surgen cuando la posición masculina queda debilitada al producirse una regresión a la niñez, debido a “quedar su mirada en los padres”.

En ambos casos, la mujer y el hombre quedarán adheridos a un conflicto, a una queja, “quedan mirando a su familia de origen”, en lugar de mirar su futuro y a su pareja. Dicho en otros términos, transfieren en la pareja y su futuro los conflictos no resueltos con sus padres.

A veces ocurre que alguien pueda decir: “yo no dedico lo que hago a mis padres, porque lo que hago está dedicado a mis hijos”. Lamentablemente no es muy distinto una cosa y la otra: generan el mismo efecto… algo de la función sexuada queda inhibida, achatada, bloqueada.

Cuando el hombre o la mujer quedan en la esfera del padre de sexo opuesto (hablando de la heterosexualidad), se produce un fenómeno inconsciente muy particular: la persona queda viviendo en una fantasía que consiste en mostrarle al padre de su propio sexo, como debería ser, como debería ser para ser “perfecto” ahí donde no deja caer la idealización de la niñez, vive en una fantasía para “completar” al padre en cuestión. Y cuando una persona vive en la fantasía,  no puede vivir ni disfrutar de la realidad y los vínculos actuales.

La sensación de identificación, de identificarse imaginariamente con esta fantasía, es un estar fuera de sí, algo que se sale de control, con emociones que incitan a acciones que no se pueden evitar, aunque se las identifique como nocivas, maneras de actuar que no se explican por la situación actual, emociones fuertes, alguien inaccesible para el diálogo, etc. Es la pareja, en el mejor de los casos, quien nos va a mostrar cuando estamos inaccesibles al diálogo, cuando las maneras de actuar no se explican por la situación actual… y que además, no las podemos evitar; nuestra pareja nos hará surgir esas emociones fuertes que habitualmente las evitaríamos.

Ahí donde se pone en juego “lo íntimo” aflora la verdad de nuestro ser: en las relaciones de pareja solemos poner en juego todas las heridas que hemos recibido en el transcurso de la vida y que consciente o inconscientemente deseamos o deseábamos sanar a través de una relación amorosa en donde nos sintiéramos reconocidos, aceptados, deseados, protegidos, comprendidos… amados. Esto es un problema: sostener la creencia de que la pareja puede cumplir esta función sanadora, que pueda solucionar todas las heridas personales que se han vivido.

Otras cuestiones que dejan atado a la familia de origen son:

– Cuando un integrante de la familia es excluido del sistema familiar y se le priva de un lugar bueno, honroso, digno. Esto provoca una serie de alianzas inconscientes entre los integrantes de la familia que dificultan la salida exogámica, es decir, la salida del mundo familiar a la vida por fuera de la familia. En otras palabras, dejan de lado las leyes que permiten la circulación de las corrientes amorosas. Dentro del sistema debe incluirse a: hijos, hermanos, abortos; padres y sus hermanos, abuelos, a veces bisabuelos o más. Cuando un padre rechazado, deja de serlo y puede ser tomado, el sentimiento de sí, lo que se menciona habitualmente como autoestima, crece de manera inimaginable.

– Cuando en una relación de pareja hay hijos de una relación anterior, es fácil que ocurran dos situaciones nocivas a la dinámica de la relación sentimental:

  1. a) Que se pretenda sustituir, reemplazar o suplantar las funciones de la pareja anterior, con la actual, en lo que respecta a la crianza de los niños.
  2. b) Que la pareja compita o se vea sumida en actitudes de celos hacia los hijos… En este sentido, los hijos tienen prioridad; dicho con otras palabras: la importancia de la relación de pareja se refleja en darle el lugar a los hijos.
  3. c) Los nuevos sistemas familiares tienen prioridad sobre los antiguos, es decir, si alguien crea una familia, esta familia actual tiene prioridad sobre las familias de origen de los cónyuges.

– Cuando se conserva en el interior una rabia o enojo hacia uno de los padres… en general la madre. Estos odios (rabia, desesperación, autoexclusión, dolores musculares, dolores de cabeza) tienen su origen la mayor parte de las veces en distanciamientos físicos accidentales con el niño por: internaciones, entrega de un hijo en adopción, duelos de seres queridos o separaciones circunstanciales. Estas situaciones provocan en el niño una profunda sensación de rechazo que será revivida cuando con la pareja se comience a profundizar la intimidad. Esto se refleja en afirmaciones como “Nunca más me mostraré débil”, “Nunca más pediré ningún favor”, “De todos modos no sirve de nada”. Cuando ocurre con el padre, en general se trata de alejamientos prematuros provocados por la muerte, la decisión de la madre de alejar al hijo de su padre, o el alejamiento del padre ahí donde siente que no tiene lugar o no tiene cómo sostenerse en la situación que está viviendo.

La relación con los padres está llena de paradojas: tomar de ellos, aceptarlos es indispensable para el crecimiento personal. Sin embargo, mientras que hacia ellos exista un gramo de crítica o rechazo, esta posición hará que quedemos detenidos en un movimiento interrumpido hacia ellos o identificados inconscientemente.

Cuando alguien queda atado a su familia de origen, aparecen distintos cuadros, según la dinámica familiar: adicciones, anorexia, bulimia, problemas de vinculación con la sexualidad, violencia, culpa, fobias, depresión, ansiedad, postergación en la concreción de sus deseos y proyectos, pensar que sin “x” persona no se puede vivir, etc. Pueden aparecer cuadros de histeria o ideas obsesivas. La histeria tiene que ver con un conjunto de recursos que la persona usa para ausentarse psíquicamente de una situación que vive como excesiva, desbordante: el encuentro íntimo y sexual con el otro. Entre los recursos usados cabe mencionar: insensibilización en relación a sus afectos, “olvidos” referidos a situaciones muy importantes, idealizaciones, la vieja y conocida actitud “calienta pava”, estar en pose provocando el deseo al otro, frigidez, anorgasmia, etc. Tanto la histeria como las ideas obsesivas están vinculadas con la imposibilidad de la persona de finalizar el proceso de “independencia” en relación a sus padres, evitando conectarse con emociones agresivas implicadas en todo proceso de crecimiento. Estas emociones suelen ser necesarias para el proceso de diferenciación del otro y para el crecimiento. Al no conectarse con dichas emociones y en relación a quienes se juegan las mismas, se terminan depositando en ideas, conductas o pensamientos mal estructurados, en contracturas corporales o procesos de insensibilización interna. Incluso se puede incluir dentro del conjunto de los cuadros que aparecen cuando alguien queda atado a su familia es el tema del abuso sexual: en ocasiones puede estar vinculado a problemas vinculares dentro de la familia, sobre todo cuando no se da espacio adecuado a la sexualidad, o no hay permiso para ejercer la misma por fuera de la familia.

Recomiendo leer el apartado ¿Cuáles son los efectos que produce que veamos la realidad, desde las impresiones y alteraciones de la placa fotosensible del Narcisismo?, que se encuentra en el suplemento de este libro ¿Porqué el Zen? Es un desarrollo teórico-práctico difícil de conceptualizar, sin embargo, cuentan con la posibilidad de disipar dudas a través del formulario de contacto de la página web.

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