Cuento Hindú.
Una tarde, Rabiya, una famosa mística sufí, estaba buscando algo en la calle, junto a su pequeña choza. Se estaba poniendo el sol y la oscuridad descendía poco a poco. La gente fue congregándose, y le preguntaron: — ¿Qué haces?
contestó: —Se me ha perdido la aguja.
La gente dijo: —Se está poniendo el sol y va a resultar muy difícil encontrar la aguja, pero vamos a ayudarte. ¿Dónde se te ha caído exactamente?
Rabiya contestó: —Más vale que no me preguntéis eso, porque en realidad no se ha caído en la calle, sino en mi casa.
La gente se echó a reír y dijo: — ¡Ya sabíamos que estabas un poco loca! Si la aguja se ha caído en tu casa, ¿por qué la estamos buscando en la calle?
Rabiya replicó: —Por una razón tan sencilla como lógica: en la casa no hay luz y en la calle aún queda un poco de luz.
La gente volvió a reírse y se dispersaron. Rabiya los llamó y dijo:
— ¡Escuchadme! Eso es lo que hacéis vosotros. Yo me limitaba a seguir vuestro ejemplo. Os empeñáis en buscar la dicha en el mundo exterior sin plantear la pregunta fundamental: « ¿Dónde la has perdido?». Y yo os digo que la habéis perdido dentro. La buscáis fuera por la sencilla y lógica razón de que vuestros sentidos están abiertos hacia el exterior: hay un poco más de luz. Por lo demás os aseguro que no la habéis perdido ahí, y lo digo por experiencia propia. Yo también he buscado fuera durante muchas, muchas vidas, y el día que miré dentro me llevé una sorpresa.
Comentarios psicológicos sobre el cuento Hindu
¿Cómo buscar en nuestro interior? Siempre vamos a necesitar de referencias, puntos de apoyo, orientaciones para comprender adecuadamente hacia dónde dirigir nuestros esfuerzos. Es por esto que es importante tener relaciones que nos brinden estas referencias. Ojo, no es lo mismo una referencia que un consejo: el consejo nos deja en el asiento trasero del auto, mientras que “papa” maneja; en cambio las referencias nos dejan al volante, dirigiendo el proceso.
Cuando decimos “yo”, en realidad nos estamos identificando con una serie de características que tomamos de 2, 3 o más personas con quienes tuvimos un lazo vincular fuerte… y al hacerlo perdimos la aguja que estaba buscando Rabiya. Nos definimos a nosotros mismos desde características que tomamos de los otros.
Como desidentificarse:
¿Cómo nos desidentificamos? Nuestros dolores y tristezas, son en el fondo unas referencias que nos dice de la necesidad de que nos replanteemos quienes somos. En la práctica, para desidentificarnos, es necesario un trabajo de observación de nosotros mismos, de observación de aquellos actos, pensamientos y sentimientos que nos dejan fijados en un punto de la “ruta”. Ahora bien, el punto donde esta observación se puede hacer mejor, es en la puerta de entrada de la casa… ¿Qué quiero decir? Que esta observación se realiza óptimamente en el punto de encuentro entre el interior y el exterior de nosotros mismos, porque es ahí, como en el cuento, donde más luz tenemos espontáneamente.
Este encuentro se produce cuando nos vinculamos intimamente con el otro. Sea un maestro espiritual, un guía, un profesor en determinado campo del saber, un terapeuta. En este tipo de relaciones se van a poner a la luz nuestras maneras habituales de identificarnos y espontáneamente las mismas van a “caer”, perder vigor, fuerza, “argumentos”. En el camino para conocernos es muy importante dejar de reaccionar como habitualmente lo hacemos. Cuando aparecen estos estados, es importante que estemos contenidos, por otro para no volver a cometer los errores que cometemos siempre.
La confianza como el arte no proviene de tener todas las respuestas, sino de estar abierto a todas las preguntas.